Predicaciones
May 22

Agradando a Dios en todo

Para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder... (Colosenses 1:10-11)

El deseo de cada creyente en Cristo debería ser agradar a Dios. Si hemos sido objeto de su amor y de su gracia lo menos que podemos hacer es vivir para agradarle.

No obstante, surgen las siguientes preguntas: ¿Qué es agradar a Dios? y ¿Como agrado a Dios?

Puede ser que cuando piensas en esto inmediatamente vengan a tu mente un sin número de cosas para hacer con las cuales agradar a Dios. La mentalidad de la mayoría de los creyentes siempre está en hacer. Somos parecidos a la hermana de Lázaro y María, siempre afanada y turbada haciendo cosas para agradar a Jesús.

El hacer es parte de ese agradar a Dios en todo. Lo veremos más adelante en su justa perspectiva.

Ahora pensemos un poco en lo que significa agradar.

Agradar no es otra cosa que complacer, contentar.

Cuando agradamos a Dios estamos complaciéndolo, estamos produciéndole gozo.

La Biblia expresa que Dios ha creado todo para su deleite. De hecho, cuando hizo la creación la Biblia dice: y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Esa es otra manera de decir, que él, estaba complacido con lo que había hecho.

Es claro que hay cosas que agradan a Dios, y que también se puede agradar de nosotros y tener complacencia en nosotros. Así lo expresó de su hijo amado Jesús.

Este es mi Hijo amado, quien me da un gran gozo. (Mateo 3:17)

De los creyentes se habla de presentarnos como ofrenda agradable a Dios. (Romanos 12:1)

En resumen, podemos agradar a Dios, podemos producirle gozo y fuimos creados para su deleite.

Cabe señalar que de la misma manera que podemos agradar a Dios también podemos desagradarlo. El nos ama, pero de ninguna manera le agradaremos si pecamos o desobedecemos. No obstante, gracias a Dios tenemos un abogado, Jesucristo nuestro sumo sacerdote que intercede por nosotros en todo tiempo.

Hay tres cosas importantes a considerar cuando pensamos en agradar a Dios.

Primero, no podemos agradar a Dios por nuestros propios méritos.


No olvidemos que fuimos aceptos en el amado. (Efesios 1:6) Eso significa que ahora podemos ser agradables a Dios porque estamos en Cristo Jesús su hijo. Hemos sido vestidos de la perfecta justicia que Cristo logró para nosotros en la cruz. Ahora tenemos una posición correcta delante del Padre y una relación directa con el Padre. Fuimos salvos por gracia y no por obras para que no nos gloriemos de nada.

Ahora a pesar de nuestra imperfección, Dios nos mira a través de su hijo Cristo. Todo lo que podamos hacer con el fin de agradarle, lo hacemos en el nombre de Cristo, que no es otra cosa que hacerlo por los méritos de Cristo.

Cualquier cosa que pretendamos hacer para Dios u ofrecer a Dios, siempre será imperfecta, así como nosotros también somos imperfectos. Sin embargo, así como nosotros ahora en Cristo Jesús somos perfectos, todo lo que hagamos por medio de Cristo para agradarle, Dios lo recibirá como ofrenda acepta y perfecta. Cuando pasa a través de Cristo lo imperfecto es transformado en perfecto a causa de la justicia de Cristo.

Es por tal razón que puedo orar en el nombre de Jesús, es por eso que debo adorar en el nombre de Jesús y todo lo que haga con el fin de agradarle, debo hacerlo por medio de los méritos de Cristo para que sea aceptado por el Padre.

Por lo tanto, debe quedar claro que agradar a Dios, no es ganar méritos para ser más aceptos o más bendecidos. Agradar a Dios es la expresión de alguien que ama a Dios.

Segundo, agradar a Dios es un acto de elección y amor.

Quiero agradar a Dios porque lo amo, porque he sido recipiente de su gracia. Jesús dijo que el que mucho ama es porque mucho se le ha perdonado. (Lucas 7:47–48). Cuando recibimos por gracia, solo podemos dar por gracia amor.

Nuestro deseo de agradar a Dios no está basado en el miedo o en coerción. Es un acto de elección basado en el amor que hemos recibido. Si tu agradar a Dios está basado en miedo o en obligación, debes examinar si realmente has experimentado la gracia de Dios.


Tercero, agradar a Dios se trata de desear, buscar y hacer su voluntad cada día.

Jesús lo expresó de esta manera: no puedo hacer nada por mi propia cuenta; ... pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió.

Hacemos la voluntad de Dios cuando ponemos en práctica su Palabra. Todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica... dijo Jesús en (Mateo 7:24)

Agradar a Dios es más que solo hacer cosas, es hacer su voluntad, motivados por amor y confiados en los méritos de Cristo.

Agradándolo en Todo

El apóstol Pablo es categórico cuan utiliza la palabra Todo. Entonces en que debemos agradar a Dios, pues en todo. Esto nos recuerda que nuestras vidas son de Dios y que somos llamados a ser santos y ser luz. Debemos vivir de manera digna delante del Señor. Nuestra vida debe traer Gloria a Dios, mientras los que nos observan deberían dar Gloria a Dios, porque ven un comportamiento digno del Señor en nosotros.

Jesús dijo: Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. (Mateo 5:16)

El apóstol Pedro nos exhorta a mantener entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación.” (1 Pedro 2:12)

Entonces agradar a Dios en todo, no solo tiene que ver con Dios, sino que también tiene que ver con un testimonio para los incrédulos. Ellos verán tu vida y darán Gloria a Dios.

Cada aspecto de nuestra vida debe tener como norte agradar a Dios.

El apóstol Pablo engloba el agradar a Dios en todo, en tres puntos.

Para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica:

  • dar fruto en toda buena obra
  • crecer en el conocimiento de Dios
  • ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder

Dar fruto en toda buena obra es hacer toda clase de buenas obras que honren a Dios. El Padre es glorificado cuando llevamos mucho fruto. (Juan 15:8)

Crecer en el conocimiento de Dios es conocer más y mejor a Dios cada día. Cuando esto sucede podemos agradar más a Dios, porque sabemos lo que a él le agrada. Además, gracia y paz nos son multiplicadas (2 Pedro 1:2).

Pablo añade que ser fortalecidos por medio de su glorioso poder es parte de agradar a Dios en todo. Esto es así, porque habla de nuestra dependencia en su fortaleza y su gracia y no en nuestros frágiles recursos humanos. A Dios le agrada cuando dependemos de los recursos que él tiene en gloria o como diría Pablo las riquezas de su Gloria. Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; (Efesios 3:16)

No debemos caer en la trampa de pensar que agradar a Dios es solo hacer cosas. Con esto me refiero a tener una lista de cosas que alguien me da, las cuales tengo que estar constantemente verificando para ver si agradamos a Dios o no.

Agradar a Dios está basado en una relación de amor.

Muchas veces nos enseñan que tenemos que hacer esto o aquello para Dios. Entonces lo que debe ser agradar a Dios en todas las cosas, se convierte en la lista para hacer.

Cuando no cumplimos esa lista, nos sentimos culpables. Lo que se supone sea un deleite, viene a ser una carga, una obligación.

Y no es que haya problemas con hacer obras. La escritura dice: que somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispúso de antemano a fin de que las pongamos en práctica. (Efesios 2:10)

Es parte del diseño de Dios, es el resultado de la nueva creación. Las buenas obras nunca han sido el problema.

El problema está en la actitud y la mentalidad de quien las hace.

  • ¿Qué me motiva?
  • ¿Porque las hago?
  • ¿Como las hago?
  • ¿Para quién las hago?
  • ¿Pretendo obtener algo a cambio?

Los siguientes principios nos guiarán para que todo lo que hagamos realmente pueda agradar a Dios.

Todo lo que hagas hazlo para la gloria de Dios.


En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10:31)

Todo lo que hagas hazlo en el nombre del Señor dando gracias a Dios.


Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él. (Colosenses 3:17)

Todo lo que hagas hazlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.


Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, (Colosenses 3:23)

Cierre


Podemos ser agradables a Dios en primer lugar porque estamos en Cristo. La misma complacencia que tiene Dios el Padre en su hijo Cristo también la tiene por nosotros. Segundo somos llamados a agradar a Dios en todo, en nuestro diario vivir, nuestra vida cotidiana. Eso marca nuestro norte.

Que nuestro amor por Dios sea la llama que nos motiva a agradarle a él en todo. Que él pueda expresar de ti: este es mi hijo amado en el cual tengo complacencia.

Cuidémonos de que lo que pretendamos hacer para el u ofrecerle a él, tenga la actitud y motivación correcta.

Porque, ¿Se complacerá el SEÑOR con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mi pecado? ¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6:7–8 NVI)

¿Qué le agrada más al SEÑOR: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. (1 Samuel 15:22)

Finalmente, y sobre todas las cosas seamos nosotros la ofrenda agradable a Dios, por encima de todo lo que podamos hacer.

Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. (Romanos 12:1)

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