No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Gálatas 6:9
En cierta ocasión los discípulos le preguntaron a Jesús acerca de un ciego de nacimiento. ¿Quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? A lo que Jesús contesto: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.
1 Miren cuánto nos ama el Padre, que nos ha concedido ser llamados hijos de Dios. Y lo somos. El mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él. 6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no lo ha visto, ni lo ha conocido. 9 Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. 1 Juan 3:1,6,9 RVC
Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. — Mateo 1:1
Hoy en día nos hemos especializado en la adoración. Nos preocupa como ser mejores adoradores o como llevar una "buena" adoración en el servicio de la Iglesia. Incluso, existen libros y cursos sobre Adoración. Todo esto responde al contexto de la experiencia cúltica o congregacional. Es decir, cuando los creyentes se reúnen en sus congregaciones locales o en algún evento para adorar. De ahí el surgimiento de tantos ministerios de adoración en nuestras iglesias con sus respectivas liturgias.